miércoles, 10 de diciembre de 2008

El Amante de Argel

Por la ventana entreabierta comenzó a vislumbrarse que el fuego de la tarde se iba sofocando. Entonces me incorpore y miré hacia el lavabo que despertó la necesidad de refrescar mi nuca.

Como quién se dirige a un martirio avancé hasta la ventana y abrir las dos hojas simultáneamente. De las aceras seguía subiendo una flama sofocante. Todavía no era el momento de levantar la persiana. Así estaría bien entraría algo de luz y no tendría que encender la lámpara.

Me acerqué a la consola cogí mi reloj y miré la hora, faltaba poco. Lo coloque en mi muñeca mecánicamente. Traté de abstraerme mirando a mi alrededor, ahí estaba su cepillo evocándoe la imagen de ella sentada delante del espejo y acicalando su cabello. 

Vuelta a sentarse en la cama, sin despegar esa escena de mi mente,  mi mano abrió el cajón de la mesilla y rebusco: Un cigarrillo. Ya no fumo, hace meses que lo había dejado. Pero esta espera me se me hacía eterna, me impacientaba y los nervios circulaban por mi estómago.

He de entretenerme, pensé en ese momento, para pasar el tiempo y decidí asearme. No había sido mala idea la ducha fría me relajo y calmo mis nervios, ahora lo completaría con un afeitado. Al quitar conforme descubría rostro no podía dejar de recordar sus caricias, la sensación cuando se remueve la barba y el aire roza la piel tras el paso de la cuchilla es lo más parecido a un estremecedora caricia. 

Por último el perfume, no soy aficionado a él pero ¡como le gusta! La sensación de frescura al evaporarse el alcohol en los poros de mi piel también destapó el tarro de las sensaciones.

Mire hacia la ventana, ya había anochecido. La butaca cerca del balcón y levantar la persiana, ahora me sentía relajado, sentado, mirando a la gente que comenzaba a salir de las casas a la calle, como salen de un hormiguero, dando vida a lo que hasta ahora era un erial.

Por las aceras pasaban hombres guapos y mujeres bellas. Padres con sus hijas, y madres con sus hijos. Mujeres mayores y algunas ancianas. Hombres maduros y otros envejecidos. Doncellas y amantes. Pero parecía como si todos estuvieran conectados por un hijo invisible, por un torrente de vida que los une formando un ente superior.

Parecía como si pudiera flotar encima de ellos, por encima de sus vidas, atravesarlos con solo mojarme los pies. Como quién anda por la hierba alta y espesa y solo siente el roce de esta en las partes más bajas de las piernas. Era como si se me mostrara un todo que se oponía a mí, yo era el individuo y ellos son la colectividad. Era como si a la vez dieran sentido a mi existencia, que vacía parecería mi vida. 

De pronto por la esquina, apareció con un vestido blanco reflejando toda la luz de la luna y de los candiles y farolas. Todo mi cuerpo se vio invadido por una sensación alegre, era como si me hubiera puesto debajo de una ducha de la felicidad.

Levanto la cara y me vio asomado al balcón, su sonrisa ilumino mi cara. En cuanto entró en el portal fui a abrir la puerta.

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